lunes, 30 de marzo de 2009

Pensamiento Cuadrado


El cuadrado es la figura geométrica más mezquinamente simple de todas. Lado por lado. O lado al cuadrado.
Hasta un círculo es más complejo. La fórmula para el área del círculo, o hasta el mismo hecho de trazarlo se hace dificultoso.
El triángulo, que puede alternar, cambiar de moda, ser isósceles, equilátero, o escaleno, y sus ángulos presentar una infinidad de variantes; ser alto y flaco, más bajo y ancho, estirado, chueco, rectangular. De todo.
Cada figura tiene su variante, su característica que lo hace distinto, y entonces un triángulo nunca es igual a otro triángulo, un rombo puede ser un diamante o un barrilete. Pero el cuadrado no. Por eso a una persona lenta, torpe, con poca capacidad de razonamiento, se le dice “cuadrada”. El cuadrado es, por todas las formas, cuadrado, igual de todos lados. Dos por dos, cuatro por cuatro, veintitrés por veintitrés, da lo mismo. Sigue siendo cuadrado, simple, estúpidamente sistemático, toscamente aburrido, monótono, idéntico a cualquier otro cuadrado, quizá un poco más chico o más grande, pero siempre parejo, siempre simplón, sin creatividad ni alternativas.
Y así... Así es la gente cuadrada.

viernes, 27 de marzo de 2009

Tributo Especial

Cuando creí que nada podía ser más patético y chupasangre, escuché esto:

"En la gala del próximo domingo, los participantes de Operación triunfo cantarán canciones de autores que estuvieron censurados durante la dictadura."

Que lucren con esto como si se sumaran a la promoción de la imagen de Shrek en los Baggio, me provoca asco. Pero bueno, parece que este año quejarse contra la Dictadura está de moda. Es lo más repulsiva y miserablemente bajo que pudo haber caído el marketing. Tan miserable como una media sucia.

viernes, 20 de marzo de 2009

Animal Planet, El Musical

Ya de por sí los Reality Shows son un tedio tan vacío de contenido y soporífero como un partido de golf transmitido por radio.
Es sorprendente cómo hay tantos imbéciles sin nada mejor que hacer que exponer en televisión de aire sus insulsas vidas de perezosos, asombrosamente semejantes a un documental de osos en época de hibernación; lloriquean porque están incómodos, porque extrañan a su familia, mencionan a su adorada hija cada tres minutos de programa en medio de lágrimas acongojadas, como si no hubiesen sido ellos los que decidieron abandonarla para meterse a convivir con una veintena de extraños. Ahí se someten bajo su propia voluntad a soportar sus peores chanchadas y sus manías mas asquerosas, sus hábitos más grotescos, arman una batalla campal a través de peleas absurdas de niños de Kindergarten como "¿Quién se comió la última porción de torta?", que luego será televisado con música de suspenso y muchos comerciales como si fueran a revelar la identidad de un criminal en serie - y todo esto por correr detrás de un premio cual burro tras una zanahoria colgando frente a sus ojos.
Es aun más sorprendente, sin embargo, la cantidad de subnormales que se recogijan de placer y, en vez de ocupar su tiempo en algo productivo, lo desperdician frente al televisor divirtiéndose con una manada de haraganes que duerme todo el día, se pavonea con sus frívolas conversaciones y deglute toneladas de porquerías como un centenar de salvajes famélicos que no prueban bocado hace meses.
Estos seres insípidos y burdamente simplones que derrochan dinero en votar participantes son los mismos que descargan chistes y piropos a su celular, que mira la novela de la tarde, debate sobre el talento de Ileana Calabró en Bailando por un Sueño y se deleita durante horas con Jorge Rial y Viviana Canosa.
Lo más terrible de todo, lo que más desconcertada me deja, de todas maneras, es esta combinación de Gran Hermano con Operación Triunfo.
Si hay algo peor que ese programa monótono para viejas chusmas de barrio, es que ahora venga conmbinado con un par de chiquitos que desafina estridentemente y, con suerte, acierta dos notas en una canción, pero están convencidísimos de ser herederos de Pavarotti.
Es una suma sencilla: de ese mejunje entre un programa de vagabundos aburridos que comen y duermen todo el día, y otro programa de engrupidos que cantan como un concierto de motosierras oxidadas, el único resultado asequible es el de un tortuoso bodrio de tamaño colosal.


martes, 17 de marzo de 2009

Pegame y llamame Marta

Me revientan los aburridos con falta de creatividad que le ponen por nombre a sus mascotas clichés evidentes como "Peludo" o "Negra", o pavadas melosas y trilladas al estilo de "Puppy", "Loli", "Popi", Pepo", "Cuco", "Kiki", "Fluffly" que me dibujan en la mente a una vieja con suéter afelpado, cintas, corazones, y mucho rosa.
Peor todavía si el nombre referente a los atributos del animal está en diminutivo, como "Negrito", "Blanquita", "Manchita".


(Nota: Cuando era chica, le puse a mi ovejera recién nacida el nombre de "Pancha". Pobre.)


Bonus: para frustrarme un poco más, una amiga acaba de mencionar que Susana Giménez es maestra. Al principio creí que era un chiste de muy mal gusto y me reí, pero resulta que es cierto. Si no me creen, véanlo ustedes mismos.

viernes, 13 de marzo de 2009

Bullshit.

Así como el otro día me tocó viajar con un remisero genial, que no abrió la boca en todo el viaje y venía escuchando Power Metal, hoy tuve la desgracia de encontrarme encerrada en un auto con un flacucho cincuentón aburrido como un bicho bolita que me relató con lujo de detalles la interesantísima biografía de sus perros, cómo los encontraron, lo bien qué se llevan, la comida que les gusta, en qué posición duermen y quién sabe cuántas babosadas más. Un monólogo fascinante que deslumbraría a cualquiera.

miércoles, 11 de marzo de 2009

No es cuestión de paladar


Está bien, en las vacaciones hace calor, uno está cansado y el mar le abre el apetito a todo el mundo, es entendible que se vendan churros, bolas de fraile, helados a medio derretirse, gaseosas, golosinas vencidas hace quién sabe cuánto tiempo y ensaladas de frutas aguadas, achicharradas y sin sabor. Pero una de las tantas delicias se escapa a mi capacidad de comprensión: el choclo.
No hay nada más antiestético y poco práctico que comprar choclo en la playa. Yo entiendo que quizá sea rico (a mí personalmente no me gusta), pero por favor, yo no me llevo una tira de asado para comer sentada en la arena al lado del mar.
Sigan con los churros, con las facturas, las gaseosas. Si quieren un choclo, vayan a su casa, o a un restaurant. El choclo no se come en la playa.


Bonus: Está confirmado, no hay peor mentira que la de la Crema del Cielo. Crema americana nadando en colorante, intoxicación a su servicio.