martes, 1 de diciembre de 2009
¡Señor, señor!
Todos los días se aprende algo nuevo. Hoy, viajando en el tren, si alguna vez tuve dudas de cómo sonaría, aprendí que el Wiegenlied de Mozart no queda para nada bien con un rallador mugroso de cumbia de fondo.
Cada día me convenzo más de que los auriculares habría que utilizarlos para acogotar al que escucha música en vía pública y no los utiliza.
lunes, 27 de abril de 2009
¡Vive la música!
Hay un tipo de personas que hace que mi furia arremeta como impulsada por una catapulta: son esas que no conocen los límites de la privacidad, y andan en tren, colectivo, caminando, en carretilla, o como sea con el celular en la mano (generalmente un Nokia 5200) y un tema de Don Omar saturando el parlante que crepita como un disco de vinilo, alucinando con que los que están cerca tienen algún deseo de disfrutar de sus porquerías.
¿Y qué pasa si uno está intentando leer algo importante? ¿Si están contando hasta mil y se van a perder, si están tratando de recordar una canción que tienen en la punta de la lengua, si necesitan concentrarse en lo que sea? Pero no, a ellos les importa un rábano lo que los demás quieran; necesitan exponer su música horrenda para que la escuche todo el mundo, orgullosos, caminando portentosos con la frente en alto y el celular en la mano, convencidos de que están haciéndole un favor al mundo compartiendo su música pedorra.
¡No me puedo concentrar en estudiar a Durkheim o a Saussure, o leer a Cortázar, si algún infradotado me taladra el oído con su ringtone de Fergie! ¡Los auriculares no son para saltar a la soga, imbécil! ¿Qué se piensan, que alguien se va a levantar y ponerse a bailar, risueños, o acercarse y felicitarlos: “Flaco, qué buena música que escuchás”?
No me interesa si es un reggaeton, si es Rata Blanca, Avril Lavigne o la novena sinfonía de Beethoven: tu música te la guardás para vos, no somos tus amigos y no queremos compartir tu alegría desbocada. Los demás no tenemos por qué soportar tus pretensiones de musicólogo si no tenemos ganas.
viernes, 27 de febrero de 2009
Mucho ruido y pocas nueces

Entre las incontables cosas que más me sacan de quicio, está el ruido. La contaminación auditiva es una de las peores torturas que alguien podría estar confinado a sufrir, sobre todo cuando vuelve cansado de no haber dormido y haber estado un día entero afuera.
Para ser sincera no logro entender por qué diantre alguien podría estar tan urgentemente apurado un viernes a las siete de la tarde como para que su mano se quede firmemente adherida a la bocina del auto. ¿Qué logran con semejante alboroto, me pueden explicar? ¿Evitar pagar cuatro pesuchos miserables para el peaje, acaso son todos pordioseros? ¿Ahorrarse cinco minutos de espera? No me entra en la cabeza con qué fin se arma esa orquesta de cornetas desafinadas que saturan los oídos.
Esa reacción me parece exagerada incluso cuando es por cuestiones de puntualidad - llegás tarde, y bueno, por quedarte pegado a la bocina no vas a retrasar el reloj. De todas maneras, aunque no lo justifico, comprendo que algún subnormal sucumba ante la desesperación. Pero, ¿más de cien zánganos desorientados y exacerbados por llegar cinco minutos más temprano un viernes a las siete? Si al fin y al cabo, es un viernes a la tarde, nadie va a trabajar a esa hora. Esos tacaños escandalosos que atiborran las calles con su estrépito horrendo deberían ser encerrados dentro de un termopanel acústico con un equipo de música y un amplificador pegado al lado del oído que repita incesantemente un compilado del electro más bullicioso y monótono.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Dime qué escuchas y te diré quién eres
Entre todas las preguntas inquisidoras como “¿De dónde sos? ¿Cuántos años tenés? ¿Estudiás algo? ¿Te gustan los hamsters?”, creo que la única que no puedo soportar es “¿Qué música te gusta?”.
Se me hace imposible responder eso. Me gusta la música. Escucho, como quien dice “un poco de todo”. Puedo escuchar desde un rock de Elvis, hasta música árabe, jazz, metal, algo de grunge o música clásica. Intentar resumir toda la música que me gusta sería tan inútil como pretender escribir una autobiografía desde el momento en que nací, incluyendo pensamientos, reflexiones y teorías freudianas en tres líneas, o filmar una película de una hora y media con toda la historia de
Y ni siquiera responder “un poco de todo” resuelve la pregunta. Porque entre los que responden “un poco de todo”, están los que se refieren a la cumbia y el reggaeton, los que escuchan música de fiestadequince, los que escuchan la radio sin prestar mucha atención a nada en particular. Además que sería hipócrita afirmar “un poco de todo”, cuando debe haber un millón de géneros de música que no conozco, que no escucho.
¿Cómo responder en pocas palabras que me gustan algunas canciones de Calamaro, y muchas otras de Billie Holiday o Regina Spektor, que grabo un CD con canciones de Disney o de los Sex Pistols o Frank Sinatra, de música country y de canciones de los ochenta, Yann Tiersen y Courtney Love, que cuando estoy en casa tarareo Sehnsucht Nach Dem Frühling de Mozart o una melodía de los Beatles o de El Otro Yo?
Las personas somos complejas, las opciones son infinitas, y variamos, podemos ir de un extremo al otro. No es necesario elegir entre blanco o negro, entre dulce, salado o agrio. Y es imposible conocer a otra persona, a sus gustos, sus aspiraciones por medio de una pregunta. Para saber esas cosas, se necesitan horas, días, meses de charla. Hasta años, y a veces ni siquiera eso es suficiente para conocer a alguien del todo, siempre nos puede sorprender con un poquito más.
Yo elijo no elegir una sola cosa. Yo elijo deleitarme con un Waffle con dulce de leche o una ensalada de frutas, un pollo al champignon con papas noisette o una ensalada, un vestido a lunares de los años 50 o un jean roto y una remera pintada por mí misma, estar perdidamente enamorada de Julio Cortázar y leer a Caroline Brönte, que me gusten la ternura y la pasión, lo claro y lo oscuro, que me guste lo empalagoso pero pedir siempre helado de limón, y odiar las aceitunas y la polenta. Y que me guste toda la música del mundo, hasta los géneros más opuestos. Face it, preguntar esas cosas es inútil.