lunes, 27 de abril de 2009

¡Vive la música!

Como estudiante y fanática de la música, escucho prácticamente de todo. Sin embargo, todo lo que escucho me lo guardo para mí, lo escucho en mi casa, lo tarareo en mi cabeza, lo llevo en el mp3.
Hay un tipo de personas que hace que mi furia arremeta como impulsada por una catapulta: son esas que no conocen los límites de la privacidad, y andan en tren, colectivo, caminando, en carretilla, o como sea con el celular en la mano (generalmente un Nokia 5200) y un tema de Don Omar saturando el parlante que crepita como un disco de vinilo, alucinando con que los que están cerca tienen algún deseo de disfrutar de sus porquerías.
¿Y qué pasa si uno está intentando leer algo importante? ¿Si están contando hasta mil y se van a perder, si están tratando de recordar una canción que tienen en la punta de la lengua, si necesitan concentrarse en lo que sea? Pero no, a ellos les importa un rábano lo que los demás quieran; necesitan exponer su música horrenda para que la escuche todo el mundo, orgullosos, caminando portentosos con la frente en alto y el celular en la mano, convencidos de que están haciéndole un favor al mundo compartiendo su música pedorra.
¡No me puedo concentrar en estudiar a Durkheim o a Saussure, o leer a Cortázar, si algún infradotado me taladra el oído con su ringtone de Fergie! ¡Los auriculares no son para saltar a la soga, imbécil! ¿Qué se piensan, que alguien se va a levantar y ponerse a bailar, risueños, o acercarse y felicitarlos: “Flaco, qué buena música que escuchás”?
No me interesa si es un reggaeton, si es Rata Blanca, Avril Lavigne o la novena sinfonía de Beethoven: tu música te la guardás para vos, no somos tus amigos y no queremos compartir tu alegría desbocada. Los demás no tenemos por qué soportar tus pretensiones de musicólogo si no tenemos ganas.

domingo, 12 de abril de 2009

Haciendo Zapping


Junto con Wanda Nara y Luciana Salazar, una de las modelos que más me irrita es Julieta Prandi; hasta quizá me saca un poco más que las otras. Sobre todo porque las primeras dos, a pesar de toda la propaganda que tienen en la farándula, al menos no tienen su programa propio. Además de fea y grasa, Julieta Prandi conduce Zapping, programa en el que hacen una aparición insalubre, torturando al televidente con su cara lavada de pajarito y rasgos como dibujados con un portaminas, y pronunciando como una tonta con la mirada perdida frasecitas estúpidas con alguna connotación sexual implícita, exageradamente ingenua para el deleite de los puercos más babosos de la Argentina.

Cada vez que la escucho protestar con voz chillona y quejosa de hueca histérica, me dan ganas de comprarme un tapón de oídos y dispararle a la televisión con un sniper.