
Ayer, mientras pensaba sobre el herpes que me salió y que mutó en un descomunal meteorito radioactivo, se me ocurrió que hay un tipo de persona -o más bien, una costumbre bastante fea de un tipo de persona- que me pone los pelos de punta.
Hay gente que disfruta de pasar por tragedias, enfermedades y accidentes. Pero no porque pertenezcan a una secta sadomasoquista, ni porque se regocijen en su dolor: sino porque les fascina, los emociona hasta las lágrimas ser protagonistas de alguna historia hórrida y morbosa que puedan relatar. Toman carrera y se apresuran a tomar las riendas de la conversación cada vez que se les presenta la oportunidad de contar una anécdota de este estilo.
Ahora bien, lo terrible no es eso. Porque podrían simplemente amargarnos con las historias de su tempestuosa suerte, y contentarse con eso. Pero no. A esta especie lo que los lleva hasta el éxtasis es otra cosa: entrar en descripciones meticulosas, hacernos visualizar por completo cada gota de su sufrimiento, cada horror de su salud. Les tiembla la voz y se llenan de euforia con la simple idea de aterrorizar a sus oyentes.
Y por supuesto, en su acalorado discurso, se yerguen con un orgullo patriótico, con un aire a bandera nacional, y no pueden omitir el incluir las palabras: "marrón", "líquido", "pus", "chorreaba" y "flema". Sobre todo pus. Por alguna descabellada razón, a los ordinarios se les acelera el pulso cada vez que dicen "pus". Y no basta sólo con la palabrita; cuantas más veces la usen, cuanto más extraordinarias sean las cantidades en su narración, más felices son. Aunque uno los mire con cara de callateenfermo, sinoparásmevoyaperforarlostímpanosparanoescuchartemás, ellos miran con los ojos muy abiertos, hablan bajito, mueven mucho los brazos y hacen gestos de dolor, no importa que nuestra expresión delate nuestras ganas de salir corriendo. Hasta no ver la primera arcada no se detienen. Y ahí sonríen, felices de haber salido triunfantes de su calvario, satisfechos con su propia hazaña.
Esto es para ellos. A todo aquel que se deleita contándonos inmundicias escatológicas y demás: oíme, marrano hediondo: a NADIE le interesan los detalles de tu diarrea.