Desde que tengo memoria que soy dueña de este carácter: mandona, exigente, y con una lengua espontánea y mordaz capaz de asesinar en un promedio de o.3 segundos.
Recuerdo, por ejemplo, a la edad de ocho años cómo mi prima y yo jugábamos a disfrazarnos, paseándonos por todo el living con la ropa de mi bisabuela, exhibiendo chales, vestidos de lentejuelas (ese amarillo que era mi favorito porque se parecía al de Anastasia), guantes de encaje y sombreros con piel sintética o pequeños y tipo Cloche, bien al estilo Charleston. Después nos sentábamos al lado del piano de cola con un micrófono a grabar canciones y documentales; por supuesto, el micrófono no salía de mis manos y quien osara utilizarlo debía pedirme permiso (prácticamente igual a mi relación actual con la computadora). Y mi prima, cinco años y medio menor que yo y queriendo participar de mi noticiero, me pedía el micrófono para balbucear unas palabras, a lo que yo respondía como la-más-hija-de-puta: "Contá algo más interesante", "Eso ya lo dijiste tres veces", "Andá para allá, traeme esto".
Incluso unos cuantos años antes, siendo la primera hija, nieta y sobrina de una familia grande que vivía (casi podría decirse) toda junta, fui víctima de besos excesivos, golosinas a cualquier hora, los peores malcríos e indudablemente, las bromas y gastadas de todos.
'¿Cómo es ese color? GRIN, ¿no?', preguntaba uno de los primos de mi mamá exagerando un acento inglés muy precario.
'Greeeeen', lo corregía yo con apenas tres años de edad, impecable, a lo que él volvía a decirlo con una pronunciación muy berreta.
Finalmente, frustrada y fuera de mis casillas resolví el asunto; lo miré y le dije: "Si no sabés inglés, no lo hables".
Sí, el idioma es mi pasión. Se me hace agua la boca y se me empañan los ojos cuando leo una frase profunda, ingeniosa. O simplemente una verdad sencilla y muy gráfica. El lenguaje bien aplicado es algo hermoso, es arte, es magia. Soy de las que les gusta subrayar libros, o plantearse el efecto de las palabras.
Y así como el lenguaje bien usado es una maravilla, no hay nada más irritante que las deformaciones. Aborrezco el lenguaje mal usado tanto como amo los artículos de librería, los cuadernos nuevos y las lapiceras de colores.
No hablo de la gente que deglute eses en un festín de letras; dentro de todo eso es perdonable, teniendo en cuenta las cuestiones regionales y sociales. No, hablo de algo mucho peor, de seres que emiten horrores gramaticales, semánticos, ortográficos y de todo tipo imaginable. 'Siéntensen, cállensen'.
NO. Es un poco de lógica, deriva del "que-se-sienten". Se-sienten, siénten-se, no es tan complicado.
Luego los que devoran glotonamente letras imperdonables, desfigurando palabras y pronunciando 'felicidá, coletivo, dotor, setiembre' (todavía no entiendo cómo carajo 'setiembre' está aceptado, es un dolor de oídos).
Tampoco tolero los desastres ortográficos como ocacion, ilucion, obsecion, tube que, navo, etc. No es pedirle a un chico de primaria que deletree algo como "concesión" o "estrambótico". ¡Son palabras comunes y corrientes!
Sin embargo, los peores monstruos, los más irritantes, los que son capaces de provocarme una serie de tics nerviosos, son los que faltan al lenguaje diario más básico.
'Vos tuvistes que decirle al chico ese... ¿Pero le dijistes? Osea, vistes que...'
Creo que si tuviese que soportar una conversación entera con un ente de esta naturaleza que anda escupiendo eses entrometidas cada dos palabras, sencillamente no podría. No lo tolero. Terminaría encerrada en el Borda o acribillando al emisor (hasta quizá ambas).
He aquí otra regla simple que muchos son incapaces de recordar, como si en lugar de una regla tuvieran que memorizar una enciclopedia entera en alemán, o todos los verbos y conjugaciones del francés: los CONDICIONALES.
Parece imposible que, siendo frases que utilizamos a diario, tantos alcornoques no puedan recordar una estructura tan simple como los condicionales.
Pero créase o no, estos criminales repiten constantemente frases como 'Si yo tendría plata, compraría una casa', 'Si podría lo haría', 'Si cruzaría la calle, me pisaría un auto'. No sólo es una regla común para todos, sino que queda feo.
FEO feo FEO FEO feo
Horrible, espeluznante, es contaminación auditiva.
El idioma está inventado por una razón. Es un medio de comunicación, es necesario, es una convención. ¡Yo no puedo ir y agregar o sacar letras donde se me cante! Imaginn qu, por jmplon, d pronton dcidon sacar una ltra y agrgar una n dspus d las palabras qu trminan n 'o'; o si a algún matemático que escribe un libro se le ocurriera llamar a Pi (π) con otro nombre, o cambiar en un gráfico el lugar de la variable dependiente y la independiente. No se puede, si hay una convención es por algo, es para lograr entendernos.
Lo otro es exactamente igual. Usar mal los condicionales, decir 'vistes, dijistes, pudistes, quisistes', es exactamente lo mismo. ¿O saben qué? Incluso peor. Porque es repulsivo para el oído humano; el hablar mal debería ser penado por ley.
Ahora, repito mi frase legendaria de hace tantos años. La solución es fácil.
"Si no sabés hablar, ¡no hables!"
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