jueves, 10 de diciembre de 2009

Formas de escuchar música

Los que nunca terminan de escuchar una canción porque en la mitad necesitan pasar a otra son tacaños y  les gusta ir a un tenedor libre y “aprovechar para comer todo”.

En cambio, los que no pueden cambiar la canción hasta que suene la última nota, por más insignificante que sea, son exagerados, quisquillosos y se quejan de todo.

martes, 1 de diciembre de 2009

¡Señor, señor!

¡Señor, señor, su celular hace un ruido horrible, me parece que va a explotar! ...ah, ¿eso era música?


Todos los días se aprende algo nuevo. Hoy, viajando en el tren, si alguna vez tuve dudas de cómo sonaría, aprendí que el Wiegenlied de Mozart no queda para nada bien con un rallador mugroso de cumbia de fondo.
Cada día me convenzo más de que los auriculares habría que utilizarlos para acogotar al que escucha música en vía pública y no los utiliza.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Bailemos

En todas las fiestas hay una cosa, entre todas las demás cosas que detesto, que me da ganas de tirarme de cabeza por un precipicio. En todas las fiestas hay un energúmeno deplorable que se cree "cool" y se divierte molestando al que no tiene ganas de andar deslizándose entre cuerpos sudorosos al ritmo de una cumbia o un reggaeton. Que se divierte exhortando persistentemente a los que no nos interesa cantar a los gritos "Azul" de Cristian Castro, ni nos emocionamos con las canciones de Axel.
Le voy a decir algo a este enfermo mental que llega en medio del carnaval carioca manifestando su exorbitante patetismo en todo su esplendor, a este tarado pusilánime que llega con la camisa transpirada y arremangada, una corbata en la cabeza, y un collar de flores con el que quisiéramos acogotarlo. A este imbécil que no tiene nada mejor que buscarnos en la silla en la que estamos sentados, tironearnos del brazo y arrastrarnos por el piso del salón como un cavernícola aunque le estemos diciendo a los gritos que ni en pedo ponemos un pie en la pista. A vos, retrasado mental, a vos te voy a decir: ¡Agarrá esas antenitas fluorescentes que tenés en la cabeza y andá a bailar con E.T., FORRO!


lunes, 19 de octubre de 2009

En el aula

El mundo se divide en dos tipos de personas:

Por un lado, los que llegan a un parcial con dos hojas arrancadas del cuaderno, y una lapicera medio muerta que usaron todo el año: dejados, desprolijos, impuntuales, despreocupados, perdidos, distraídos, rebeldes, hippies, relajados, despeinados, cómodos, Kurt Cobain, creativos, tiernos, dependientes, cariñosos, divertidos, extrovertidos, amistosos, depresivos, indecisos, ciclotímicos, olvidadizos, torpes, inconstantes, pensativos.

Por el otro, los que, aun sabiendo que no van a necesitarlo, no se presentan sin corroborar veinte veces que tienen tres lapiceras nuevas, una birome de color para subrayar, liquid paper, lápiz, sacapuntas, goma de borrar y regla: neuróticos, obsesivos, minuciosos, inquietos, fóbicos, nerviosos, inseguros, irascibles, Monk, prejuiciosos, imaginativos, ordenados, fieles, rutinarios, enamoradizos, calculadores, apasionados, perfeccionistas, sensibles, simbióticos, organizados, impulsivos, extremistas, sorpresivos, músicos, impredecibles.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Locura

Me ponen neurótica las personas que concluyen todos los diminutivos con y (por ejemplo: Gigy, Santy, Rodry)

martes, 6 de octubre de 2009

Cinéfilos

Para todos aquellos que gusten del cine, los invito a pasar a mi nuevo blog que estoy haciendo con augustine, donde vamos a subir las películas que más nos gustan con un pequeño review y links de descarga.

martes, 29 de septiembre de 2009

Porcinos (y no es la gripe)


Ayer, mientras pensaba sobre el herpes que me salió y que mutó en un descomunal meteorito radioactivo, se me ocurrió que hay un tipo de persona -o más bien, una costumbre bastante fea de un tipo de persona- que me pone los pelos de punta.
Hay gente que disfruta de pasar por tragedias, enfermedades y accidentes. Pero no porque pertenezcan a una secta sadomasoquista, ni porque se regocijen en su dolor: sino porque les fascina, los emociona hasta las lágrimas ser protagonistas de alguna historia hórrida y morbosa que puedan relatar. Toman carrera y se apresuran a tomar las riendas de la conversación cada vez que se les presenta la oportunidad de contar una anécdota de este estilo.
Ahora bien, lo terrible no es eso. Porque podrían simplemente amargarnos con las historias de su tempestuosa suerte, y contentarse con eso. Pero no. A esta especie lo que los lleva hasta el éxtasis es otra cosa: entrar en descripciones meticulosas, hacernos visualizar por completo cada gota de su sufrimiento, cada horror de su salud. Les tiembla la voz y se llenan de euforia con la simple idea de aterrorizar a sus oyentes.
Y por supuesto, en su acalorado discurso, se yerguen con un orgullo patriótico, con un aire a bandera nacional, y no pueden omitir el incluir las palabras: "marrón", "líquido", "pus", "chorreaba" y "flema". Sobre todo pus. Por alguna descabellada razón, a los ordinarios se les acelera el pulso cada vez que dicen "pus". Y no basta sólo con la palabrita; cuantas más veces la usen, cuanto más extraordinarias sean las cantidades en su narración, más felices son. Aunque uno los mire con cara de callateenfermo, sinoparásmevoyaperforarlostímpanosparanoescuchartemás, ellos miran con los ojos muy abiertos, hablan bajito, mueven mucho los brazos y hacen gestos de dolor, no importa que nuestra expresión delate nuestras ganas de salir corriendo. Hasta no ver la primera arcada no se detienen. Y ahí sonríen, felices de haber salido triunfantes de su calvario, satisfechos con su propia hazaña.
Esto es para ellos. A todo aquel que se deleita contándonos inmundicias escatológicas y demás: oíme, marrano hediondo: a NADIE le interesan los detalles de tu diarrea.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Es inevitable

Por mucho que quiera evitarlo, esta serie de cosas me ponen loca:

  • Los hombres que dicen "mi señora"
  • La palabra "coche" en lugar de "auto"
  • "Pantalón vaquero" en lugar de "jean"
  • Los que pronuncian "Shhhhho fui a un yow en el Yeraton" en lugar de "Yo fui a un show en el Sheraton" (léase: la "sh" suena como la "sh" en inglés, un sonido sordo, medio como de sifón. La "y" suena como la J en francés, tiene que vibrar)
  • Los que comen absolutamente todo con pan. Cualquier resto miserable en el plato, sea un pedazo de lechuga, un pedacito de pollo, o hasta incluso mayonesa, es útil para trapearlo con un pedazo de pan y engullirlo
  • Los hombres con pelo muy largo. Si no sos metalero o tenés cara de nórdico/vikingo, no queda bien: terminás pareciéndote a Daniel Agostini, o a un camionero, o a un repartidor de pizzas. O a Daniel Agostini repartiendo pizzas en un camión. *
  • Ese fanatismo ciego de religioso enamorado por Maradona
  • Los que dicen que algo es "fino" (ya la palabra "fino" me provoca arcadas)
  • La gente que usa escarbadientes (gracias Agus)
No lo puedo evitar. Intento pasarlo por alto, pero cada vez que escucho algo de esto, se me hace un cortocircuito en el cerebro y sólo puedo pensar en tirar una bomba atómica y que estalle todo.

* Aquí: Un lindo pelo largo. Y un pelo largo que claramente no da.

Edit:
  • Los que le ponen kilos y kilos de mayonesa a absolutamente todo. ¿Qué onda, no tienen papilas gustativas? ¡Por el amor de dios, el choripán y la mayonesa no combinan! (Cortesía de La Amante)

martes, 15 de septiembre de 2009

Oferta

"Trabaje desde su casa!!! No es necesario tener conosimientos ni curriculim!" (sic)

Y yo en la parada del colectivo, riéndome sola como una desquiciada lista para el manicomio. Sí, vos, el que hizo ese anuncio. Cómo se nota que vos también trabajás desde tu casa.

martes, 8 de septiembre de 2009

Follow the yellow brick road

Llegaron a prohibidonoquejarse buscando:

  • no aguanto el ruido de los autos en mi apartamento
  • CONSEJOS PARA QUE LOS SAPOS NO ME SAQUEN DE QUICIO
  • me picaron en el pasto
  • fidel castro bullshit
  • donde creo emoticones q titilen de colores
  • emoticones fuscias
  • el perimetro de un cuadrado y la formula !!estoy en cuarto,vo¡¡ del cuadrado
  • COMO TRABAJA UNA BOCINAS DE AUTOMOVIL
  • piropos abusadores
  • historias sexuales de julieta prandi
  • fotosdetrolas


Llegaron a piesdepapel buscando:

  • mariposas marrones con manchas naranjas en tu habitación
  • tengo calores en la cara por segundos y me marea la cabeza
  • las lagrimas trenzadas se salir
  • Mujeres idealizadas mirando ventana, dibujo
  • tengo confusion
  • tengo temperatura tengo frio che pude ser
  • un castiyo con vastantes maryposas
  • adolescentes , mariposas en la cabeza
  • vestidos de sans-titre
  • deseo ichasable
  • como sobrevivir con un tornillo en una escalera de madera

lunes, 3 de agosto de 2009

La vita è... patetica

A pesar de los tres mil inventos inútiles que tiene Facebook, hay una cosa que rescato: al ser casi casi una especie de Reality Show, los nos deja conocer un enorme basural pestilente de las realidades humanas más vergonzosas, apiladas una encima de la otra. En esta página llena de cachivaches pueriles, se desnudan los horrores del alma humana.
Hoy, entre todas las verdades que me enfurecen, fue la respuesta que encontré en una encuesta la que logró que los ojos se me salieran de las órbitas, y empezara a martillar una respuesta el teclado con una ira asesina a flor de piel.
La encuesta preguntaba si era mejor “leer el libro o ver la película”. Lógica y lamentablemente, pensé, va a ganar ver la película. Sin embargo, probablemente, al menos los resultados estarían peleados, cabeza a cabeza. Pero no. Un 81% aproximadamente había votado ver la película, y apenas un mísero y escaso 19%, asomándose tímido y febril, sostenía que era mejor leer.
No termina ahí, no. Lo que hizo saltar los tapones de mi cordura, lo que provocó el cortocircuito y el estallido de chispas, fue la siguiente respuesta de alguna bestia inhumana, un inculto, un inadaptado social: “aa chabonesss...ustedes poor q soon unos tragaass y ademass fuera de ondaa,,
Lo triste es que el que escribió eso no es un alma solitaria, un asno aislado que defiende lo indefendible; sino uno de los 12,200 que opina lo mismo. Sabía que la estupidez era abundante, pero ¿tanto? Cómo quisiera romperles el cráneo con una patada voladora.


Y así es como malgasto tristemente mi tiempo en algún retrasadito patético. Cuánto siento no poder contenerme a veces.

sábado, 4 de julio de 2009

Fiebre del chancho por la noche


Maldito Apocalipsis de gripe porcina que tiene al mundo paralizado, lavándose las manos frenéticamente con alcohol en gel cada treinta y cuatro segundos, envolviéndose las cabezas con una bufanda como musulmanes,y que hace que todo cierre y tengamos que aislarnos como en un refugio de guerra.
Pero, a decir verdad, lo peor de lo peor, es que están haciendo explotar las bandejas de entrada con mails-cadena sobre la gripe A.

lunes, 15 de junio de 2009

No canten, no canten victoria, que por ahí aparece de nuevo

Porque hierba mala nunca muere, estoy de vuelta transitoriamente sólo para avisar que no estoy muerta, sino que se me rompió la computadora y estoy muy ocupada con la facultad, pero pronto regresaré definitivamente para seguir quejándome de todo.


Maga: Yo quisiera tener los poderes de Carrie y--
Él (alarmado, abriendo bien grandes los ojos): ¿¿Vos, los poderes de Carrie??
Maga: Sí, así cuando--
Él: Amor, no existiría el mundo
Maga: Entonces--
Él (muy serio): Amor,
Maga: Pero--
Él: Amor-
Maga: ...
Él: No existiría.

domingo, 3 de mayo de 2009

Ley Universal II

Siempre, pero siempre, que una vieja esté alborotada por algo, las palabras que seleccione serán por default “Pero qué cosa” o “Qué barbaridad”. Es una ley.

lunes, 27 de abril de 2009

¡Vive la música!

Como estudiante y fanática de la música, escucho prácticamente de todo. Sin embargo, todo lo que escucho me lo guardo para mí, lo escucho en mi casa, lo tarareo en mi cabeza, lo llevo en el mp3.
Hay un tipo de personas que hace que mi furia arremeta como impulsada por una catapulta: son esas que no conocen los límites de la privacidad, y andan en tren, colectivo, caminando, en carretilla, o como sea con el celular en la mano (generalmente un Nokia 5200) y un tema de Don Omar saturando el parlante que crepita como un disco de vinilo, alucinando con que los que están cerca tienen algún deseo de disfrutar de sus porquerías.
¿Y qué pasa si uno está intentando leer algo importante? ¿Si están contando hasta mil y se van a perder, si están tratando de recordar una canción que tienen en la punta de la lengua, si necesitan concentrarse en lo que sea? Pero no, a ellos les importa un rábano lo que los demás quieran; necesitan exponer su música horrenda para que la escuche todo el mundo, orgullosos, caminando portentosos con la frente en alto y el celular en la mano, convencidos de que están haciéndole un favor al mundo compartiendo su música pedorra.
¡No me puedo concentrar en estudiar a Durkheim o a Saussure, o leer a Cortázar, si algún infradotado me taladra el oído con su ringtone de Fergie! ¡Los auriculares no son para saltar a la soga, imbécil! ¿Qué se piensan, que alguien se va a levantar y ponerse a bailar, risueños, o acercarse y felicitarlos: “Flaco, qué buena música que escuchás”?
No me interesa si es un reggaeton, si es Rata Blanca, Avril Lavigne o la novena sinfonía de Beethoven: tu música te la guardás para vos, no somos tus amigos y no queremos compartir tu alegría desbocada. Los demás no tenemos por qué soportar tus pretensiones de musicólogo si no tenemos ganas.

domingo, 12 de abril de 2009

Haciendo Zapping


Junto con Wanda Nara y Luciana Salazar, una de las modelos que más me irrita es Julieta Prandi; hasta quizá me saca un poco más que las otras. Sobre todo porque las primeras dos, a pesar de toda la propaganda que tienen en la farándula, al menos no tienen su programa propio. Además de fea y grasa, Julieta Prandi conduce Zapping, programa en el que hacen una aparición insalubre, torturando al televidente con su cara lavada de pajarito y rasgos como dibujados con un portaminas, y pronunciando como una tonta con la mirada perdida frasecitas estúpidas con alguna connotación sexual implícita, exageradamente ingenua para el deleite de los puercos más babosos de la Argentina.

Cada vez que la escucho protestar con voz chillona y quejosa de hueca histérica, me dan ganas de comprarme un tapón de oídos y dispararle a la televisión con un sniper.

lunes, 30 de marzo de 2009

Pensamiento Cuadrado


El cuadrado es la figura geométrica más mezquinamente simple de todas. Lado por lado. O lado al cuadrado.
Hasta un círculo es más complejo. La fórmula para el área del círculo, o hasta el mismo hecho de trazarlo se hace dificultoso.
El triángulo, que puede alternar, cambiar de moda, ser isósceles, equilátero, o escaleno, y sus ángulos presentar una infinidad de variantes; ser alto y flaco, más bajo y ancho, estirado, chueco, rectangular. De todo.
Cada figura tiene su variante, su característica que lo hace distinto, y entonces un triángulo nunca es igual a otro triángulo, un rombo puede ser un diamante o un barrilete. Pero el cuadrado no. Por eso a una persona lenta, torpe, con poca capacidad de razonamiento, se le dice “cuadrada”. El cuadrado es, por todas las formas, cuadrado, igual de todos lados. Dos por dos, cuatro por cuatro, veintitrés por veintitrés, da lo mismo. Sigue siendo cuadrado, simple, estúpidamente sistemático, toscamente aburrido, monótono, idéntico a cualquier otro cuadrado, quizá un poco más chico o más grande, pero siempre parejo, siempre simplón, sin creatividad ni alternativas.
Y así... Así es la gente cuadrada.

viernes, 27 de marzo de 2009

Tributo Especial

Cuando creí que nada podía ser más patético y chupasangre, escuché esto:

"En la gala del próximo domingo, los participantes de Operación triunfo cantarán canciones de autores que estuvieron censurados durante la dictadura."

Que lucren con esto como si se sumaran a la promoción de la imagen de Shrek en los Baggio, me provoca asco. Pero bueno, parece que este año quejarse contra la Dictadura está de moda. Es lo más repulsiva y miserablemente bajo que pudo haber caído el marketing. Tan miserable como una media sucia.

viernes, 20 de marzo de 2009

Animal Planet, El Musical

Ya de por sí los Reality Shows son un tedio tan vacío de contenido y soporífero como un partido de golf transmitido por radio.
Es sorprendente cómo hay tantos imbéciles sin nada mejor que hacer que exponer en televisión de aire sus insulsas vidas de perezosos, asombrosamente semejantes a un documental de osos en época de hibernación; lloriquean porque están incómodos, porque extrañan a su familia, mencionan a su adorada hija cada tres minutos de programa en medio de lágrimas acongojadas, como si no hubiesen sido ellos los que decidieron abandonarla para meterse a convivir con una veintena de extraños. Ahí se someten bajo su propia voluntad a soportar sus peores chanchadas y sus manías mas asquerosas, sus hábitos más grotescos, arman una batalla campal a través de peleas absurdas de niños de Kindergarten como "¿Quién se comió la última porción de torta?", que luego será televisado con música de suspenso y muchos comerciales como si fueran a revelar la identidad de un criminal en serie - y todo esto por correr detrás de un premio cual burro tras una zanahoria colgando frente a sus ojos.
Es aun más sorprendente, sin embargo, la cantidad de subnormales que se recogijan de placer y, en vez de ocupar su tiempo en algo productivo, lo desperdician frente al televisor divirtiéndose con una manada de haraganes que duerme todo el día, se pavonea con sus frívolas conversaciones y deglute toneladas de porquerías como un centenar de salvajes famélicos que no prueban bocado hace meses.
Estos seres insípidos y burdamente simplones que derrochan dinero en votar participantes son los mismos que descargan chistes y piropos a su celular, que mira la novela de la tarde, debate sobre el talento de Ileana Calabró en Bailando por un Sueño y se deleita durante horas con Jorge Rial y Viviana Canosa.
Lo más terrible de todo, lo que más desconcertada me deja, de todas maneras, es esta combinación de Gran Hermano con Operación Triunfo.
Si hay algo peor que ese programa monótono para viejas chusmas de barrio, es que ahora venga conmbinado con un par de chiquitos que desafina estridentemente y, con suerte, acierta dos notas en una canción, pero están convencidísimos de ser herederos de Pavarotti.
Es una suma sencilla: de ese mejunje entre un programa de vagabundos aburridos que comen y duermen todo el día, y otro programa de engrupidos que cantan como un concierto de motosierras oxidadas, el único resultado asequible es el de un tortuoso bodrio de tamaño colosal.


martes, 17 de marzo de 2009

Pegame y llamame Marta

Me revientan los aburridos con falta de creatividad que le ponen por nombre a sus mascotas clichés evidentes como "Peludo" o "Negra", o pavadas melosas y trilladas al estilo de "Puppy", "Loli", "Popi", Pepo", "Cuco", "Kiki", "Fluffly" que me dibujan en la mente a una vieja con suéter afelpado, cintas, corazones, y mucho rosa.
Peor todavía si el nombre referente a los atributos del animal está en diminutivo, como "Negrito", "Blanquita", "Manchita".


(Nota: Cuando era chica, le puse a mi ovejera recién nacida el nombre de "Pancha". Pobre.)


Bonus: para frustrarme un poco más, una amiga acaba de mencionar que Susana Giménez es maestra. Al principio creí que era un chiste de muy mal gusto y me reí, pero resulta que es cierto. Si no me creen, véanlo ustedes mismos.

viernes, 13 de marzo de 2009

Bullshit.

Así como el otro día me tocó viajar con un remisero genial, que no abrió la boca en todo el viaje y venía escuchando Power Metal, hoy tuve la desgracia de encontrarme encerrada en un auto con un flacucho cincuentón aburrido como un bicho bolita que me relató con lujo de detalles la interesantísima biografía de sus perros, cómo los encontraron, lo bien qué se llevan, la comida que les gusta, en qué posición duermen y quién sabe cuántas babosadas más. Un monólogo fascinante que deslumbraría a cualquiera.

miércoles, 11 de marzo de 2009

No es cuestión de paladar


Está bien, en las vacaciones hace calor, uno está cansado y el mar le abre el apetito a todo el mundo, es entendible que se vendan churros, bolas de fraile, helados a medio derretirse, gaseosas, golosinas vencidas hace quién sabe cuánto tiempo y ensaladas de frutas aguadas, achicharradas y sin sabor. Pero una de las tantas delicias se escapa a mi capacidad de comprensión: el choclo.
No hay nada más antiestético y poco práctico que comprar choclo en la playa. Yo entiendo que quizá sea rico (a mí personalmente no me gusta), pero por favor, yo no me llevo una tira de asado para comer sentada en la arena al lado del mar.
Sigan con los churros, con las facturas, las gaseosas. Si quieren un choclo, vayan a su casa, o a un restaurant. El choclo no se come en la playa.


Bonus: Está confirmado, no hay peor mentira que la de la Crema del Cielo. Crema americana nadando en colorante, intoxicación a su servicio.

viernes, 27 de febrero de 2009

Mucho ruido y pocas nueces

Justo cuando creía que estar a punto de irme de vacaciones significaba despreocuparme de todo y dejar de fastidiarme, una manga de tarambanas colma la autopista como un ejército de zombies lobotomizados.
Entre las incontables cosas que más me sacan de quicio, está el ruido. La contaminación auditiva es una de las peores torturas que alguien podría estar confinado a sufrir, sobre todo cuando vuelve cansado de no haber dormido y haber estado un día entero afuera.
Para ser sincera no logro entender por qué diantre alguien podría estar tan urgentemente apurado un viernes a las siete de la tarde como para que su mano se quede firmemente adherida a la bocina del auto. ¿Qué logran con semejante alboroto, me pueden explicar? ¿Evitar pagar cuatro pesuchos miserables para el peaje, acaso son todos pordioseros? ¿Ahorrarse cinco minutos de espera? No me entra en la cabeza con qué fin se arma esa orquesta de cornetas desafinadas que saturan los oídos.
Esa reacción me parece exagerada incluso cuando es por cuestiones de puntualidad - llegás tarde, y bueno, por quedarte pegado a la bocina no vas a retrasar el reloj. De todas maneras, aunque no lo justifico, comprendo que algún subnormal sucumba ante la desesperación. Pero, ¿más de cien zánganos desorientados y exacerbados por llegar cinco minutos más temprano un viernes a las siete? Si al fin y al cabo, es un viernes a la tarde, nadie va a trabajar a esa hora. Esos tacaños escandalosos que atiborran las calles con su estrépito horrendo deberían ser encerrados dentro de un termopanel acústico con un equipo de música y un amplificador pegado al lado del oído que repita incesantemente un compilado del electro más bullicioso y monótono.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Familia Real


Casi me olvido de cómo tuve que contener a duras penas el reventón de risa cuando, almorzando en un hotel-restaurant en San Luis (o Córdoba, no recuerdo), una señora con la cual se detuvo a conversar un momento mi papá mencionó que era "Vicepresidenta de la Asociación Cuyana de Caniches". Hay que estar al pedo, eh.

martes, 24 de febrero de 2009

Y bueno, ya que estamos...

Antes que nada, gracias a FormenteraLady por el susodicho presente. Este fin de semana me voy por diez días a la playa con mi novio y su familia, y dudo mucho que de acá al viernes me enoje tanto con algo como para escribir una entrada nueva, así que para no dejar esto tan colgado aprovecho para continuar con la cadena.
La prenda consiste en mencionar ocho características, pensamientos, ideas, sueños tontos, o lo que sea, propias. Aquí van.

1. No soporto bañarme mal. Una de las cosas que más me saca de quicio, que me vuelve loca, es darme cuenta que se acabó el enjuague, o bañarme y que se me enfríe el agua, o que ésta se termine y verme obligada a bañarme con un chorrito miserable que me sirve tanto como el rocío de la mañana (además que por esta zona, sin agua corriente, es bastante probable que suceda).

2. Estoy enamorada de los gatos. Los perros son lindos, sí, pero para ver en una foto. No puedo aguantar que en un día de calor, o cuando estoy usando ropa limpia, vengan corriendo, moviendo la cola y saltando sin parar, me babeen y me apoyen sus patitas llenas de tierra. Los perros chiquitos igual, el caniche toy y sus ladridos chillones me exasperan. En cambio a los gatos los amo. Son limpios, educados, y mimosos sin necesidad de volverse pesados. Hasta el día que decida tener hijos, sueño con tener una casa con gatos y malcriarlos -mucho-.

3. He hecho gran cantidad de las cosas que hoy critico. Créanlo, la criticona también se critica a ella misma. (En alguna época escribí "sho" en lugar de "yo". Me da escalofríos recordarlo.)

4. Soy fanática de la indumentaria. Pasé por una cantidad de estilos inimaginables. Fui una Legalmente Rubia sin ser rubia, fui gótica, tuve una época punk, una CourtneyLove-ish, y una medio hippie. Ahora sencillamente diseño mi ropa, o voy a buscar a locales menos convencionales y armo mis combinaciones.

5. Soy una paranoica. Soy una persona pegajosa, asfixiante, celosa y siempre me siento inferior. Por cualquier cosa imagino una traición, un futuro catastrófico, un drama de película en mi cabeza, lloro (porque yo lloro por casi cualquier cosa), imagino diecisiete posibilidades distintas en un promedio de cinco minutos y lo hablo con medio mundo para verlo más claramente y descartar posibilidades, y al final no era nada de lo que había pensado.

6. De chica soñaba con ser una actriz famosa, o una cantante famosa. A veces salía al jardín, y cantaba imaginando un público. Pero desde los diez años, que empecé a escribir cuentos de verdad, hasta ahora, sueño con ser una escritora famosa, tener la suerte de trabajar para un buen diario o revista, y escribir muchos libros. Ojalá. (Pffff, ilusa)

7. Tengo una risa estridente, y cuando me tiento, no paro hasta las lágrimas. Soy una enamorada del amor. Soy una enamoradiza sin remedio, apasionada, voy a todo o nada. Amo con el alma, y mi odio es un odio profundo y venenoso. También soy distraída, bastante torpe (en este momento tengo un pie fisurado, y un dedo quemado), extremadamente soñadora, y le encuentro magia a cosas simples como una colilla de cigarrillo que giraba en círculos en la calle impulsada por el viento. Antitéticamente reflexiva, impulsiva y espontánea. Ambivalente. Tengo una fascinación con el agua y adoro nadar, o sencillamente relajarme en la pileta y disfrutar del sonido que hace; y el frío me relaja, por eso cuando estoy a punto de explotar (cosa que sucede a menudo, me irrito muy fácilmente) meto la mano en agua helada, o me dejo golpear por la lluvia, o salgo desabrigada al jardín en pleno invierno a deleitarme con el viento que me azota la cara.

8. Soy bastante autoexigente y perfeccionista. Siempre que escribo algo, cuando lo releo (ya sea al rato, a los pocos días, o un año más tarde) encuentro algo que no me gusta, aunque sea una palabra, una coma, o un signo de exclamación. Lo mismo con los dibujos, conversaciones, peleas o con cualquier otra cosa que haga. Lo repaso mentalmente, y siempre, pero siempre encuentro algo que podría haber dicho de otra manera, o que me faltó decir.


Bonus: Soy bastante antisocial. Me cuesta mucho relacionarme con la gente, los desconocidos al msn llegan por agregarme, porque yo rara vez agrego a alguien. Y no me gusta para nada conversar con gente de la calle, así que si alguno saca tema busco la manera más rápida de cortar la conversación.

En fin, en ocho ítems (bastante sobrecargados) no se puede describir a una persona entera. Pero es algo. Anyway, acá hay aun más cosas (como si a alguien le interesara leerlo). Ahora, yo selecciono a:

  • Acerbus
  • Café (con tostadas)
  • Pam
  • Lucrecia
  • Olivia Alivio
  • Papa
  • Agustina Lara
  • Girl From Mars

domingo, 15 de febrero de 2009

Lo importante es que hablen de ti, aunque sea mal - Salvador Dalí

Yo creo que a algunas personas les gusta ponerse en pedo por la mera satisfacción de armar un drama de telenovela y poder contarlo después, finalizándolo con “Soy un/a idiota, ahora no sé qué voy a hacer. Nunca más tomo una gota de alcohol”.
Por supuesto, a las pocas semanas vienen con la misma historia de que “se pasaron un poquito” y que “estaban conscientes, pero no sabían bien por qué hacían esas cosas”. Y otra vez el lío porque se mandaron la misma cagada (o una muy parecida) y hay que escucharlos quejándose de ¡oh!, lo desgraciados que son, qué boludos que hicieron eso. Luego se divierten pidiendo consejos y relatándole a todo aquel que esté dispuesto a escuchar sus lloriqueos que a partir de ahora su mejor amiga le cortó el rostro y que la extraña, que Juan no la va a llamar más, o que Federico está re caliente, y que no sabe qué hacer. Qué triste, pobrecitos.
Mentira, si les encanta el escándalo, sobre todo si son ellos los protagonistas de esa tragedia de novelucha de Cris Morena.

Personaje paralelo: también está el cobarde que se come bagres y después se esconde como un avestruz debajo de la excusa de que “estaba en pedo y no sabía lo que hacía”.

sábado, 14 de febrero de 2009

Claustrofobia



Cuando se trata de organizar salidas, siempre surge una complicación cuando el inventario del programa incluye “salir a bailar”. Es probable que influya el que yo sea una ermitaña que no tolera la muchedumbre, ni en boliches, ni en fiestas, ni en las playas sobrecargadas de turistas con anteojos de sol y bronceador.
Ya desde la entrada empiezo a sentir sueño, asco y las ínfimas ganas de entrar que aun quedaban rondando por ahí, solitarias, se van en picada en cuanto el “punchi-punchi” de los remixes de electro, reggaeton o autores latinos me roza los oídos; ya desde la puerta se siente el contraste de la noche fresca y silenciosa, contra un interior apretujado, caliente y muy ruidoso.
Igual eso no es tan terrible: lo terrible viene si, por algún milagro de la vida, logran empujarme hacia adentro del boliche después de estar luchando con uñas y dientes y aferrándome al marco de las puertas para no poner un pie adentro. Ahí es donde empieza la Gran Odisea.
Ahí está uno, entre paredes que lo encierran herméticamente entre una pista rebosante de un sinnúmero de adolescentes y jóvenes sudorosos, con los pelos pegoteados por la transpiración, las remeras mojadas, la falta de espacio que nos obliga a comprimirnos como podamos y deslizarnos entre cuerpos desconocidos que nos aplastan como un sándwich y nos mojan con su sudor, y su pelo mojado, y sus remeras húmedas. Claramente cada uno en su mundo, como si quisieran estar solos, pero rodeados de una multitud desconocida, ya que no se puede entablar conversación ni intercambiar opiniones con el punchi-punchi que revienta tímpanos por doquier como a un sapo. Y ahí, entre puteadas inaudibles que quedan ahogadas debajo del griterío dedicas a algún borracho que salta alegremente propinándole a quien encuentre por su paso pisotones, golpes, empujones y demás, después de un par de intentos fallidos de explotar en alaridos, finalmente alguna amiga entiende tu grito desesperado de: “¿Me acompañás al baño?”, mientras las otras se encargan de cuidar a Josefina, o a Carla, o a Sofía que se puso en pedo y algún pájaro carroñero la quiere acosar.
Atravesando la pista mientras de fondo suena algo como “Pasame la botella, quiero beber en nombre de ella”, o alguna cualquiera de Daddy Yankee, entre la nube de aire irrespirable, el calor, la humedad que transforma hasta el pelo más lacio de propaganda de Pantene en un desparpajo erizado como un puercoespín, los remixes horrendos, las paredes resbalosas cubiertas de condensación, el piso sucio y con aspecto a mugre pegajosa, está el baño. Pero por supuesto que es una estupidez intentar ir al baño de un boliche si una está apurada: repetir tres veces la fila de espera en un hospital requiere muchísimo menos tiempo que el que toma esperar en la puerta del baño. Sí, leyeron bien, en la puerta, porque es imposible entrar con treinta y cuatro adolescentes o jóvenes atrincheradas frente a los espejos empañados retocándose el maquillaje, cacareando como gallinas, contentas de la vida por “el caño que se acaban de comer”, un par de ebrias tambaleándose, o llorando, y algunas otras vomitando dentro de los cubículos (con las puertas abiertas, claro).
Finalmente nos resignamos a que nuestras necesidades básicas tendrán que esperar, y luego de revisar nuestra imagen en el espejo para que la travesía hasta el baño no haya sido en vano, arrepentirnos de hacerlo y ver nuestro estado, comenzamos a nadar una vez más entre ese caldero en ebullición, estrujándonos como podamos para lograr pasar, aunque finalmente recibimos algún pisotón bastante fuerte, un grito desbocado en el oído (que ya bastante maltrecho está), y, por qué no, un desagradable salpicón con olor a pis de algún trago horrible con nombres ridículos como “Semen de Hulk” o “Piel de Iguana”.
Entonces, cuando creemos que nada puede andar peor, nos sentamos o nos paramos en un rincón, en la barra, en donde sea, o quizá los más optimistas intentan bailar (cosa que me desagrada muchísimo. Yo figuro dentro de las que se quedan sentadas esperando a que pase el tiempo), y comienzan a acercarse los primeros buitres que vienen en varios modelos. Está el típico alegrón elocuente que se acerca, hace chistes absurdos con toda la confianza del mundo como si fueran mejores amigos de toda la vida, y así, muy sutilmente te pregunta por qué no bailás, que vayas a divertirte con él (pero por favor, prefiero limpiar todo el piso mugroso con la lengua antes que desaparecer a bailar con un desconocido con esa cara de perejil), que es el mismo molesto que se divierte presionándote para que bailes en una fiesta de quince o un casamiento, y finalmente se aleja después de que te desgarraste la garganta intentando explicarte a los gritos que no tenés ningún tipo de interés en bailar con él, que no, sus chistes no son graciosos, y que ni loca le contás la historia de por qué estás ahí si tanto te aburre; el enano granoso con gorra a cuarenta y cinco grados que se te acerca a dos milímetros de la cara diciéndote “¿Querés venir a bailar?”, y cuando lo rechazás sutilmente, insiste retrucando: “¿Qué, tan feo soy?”; y otros un poco más desubicados que directamente se aferran de tu mano y pretenden arrastrarte a través de la pista como un cavernícola que remolca a su mujer de los pelos hasta la cueva, a pesar de tu resistencia y tus intentos exasperados por soltarte de su mano aprisionando tu muñeca.
Ir a bailar me da asco. Me pone de mal humor, me irrita, la música me parece horrenda, estar atrapada entre el calor, el pegote y los borrachos me saca de quicio, y estar ahí adentro me resulta repulsivo y aburrido. Si me preguntan, por más que muchos me calificarían de aburrida o mala onda, prefiero infinitas veces salir a caminar, a un teatro, o museo, al cine o a tomar el té en una linda cafetería.

(Nota: En las fiestas caseras es bastante parecido, pero con menos gente. En este caso, termino desparramada, desinflada sobre un sillón en una esquina, parcialmente dormida, algunos ebrios tambaleándose que me vuelcan alcohol sobre la ropa balbuceando estupideces, y un par de personas que le ponen la mejor onda, pero bailan tristemente en medio del living casi vacío).

jueves, 12 de febrero de 2009

Quien esté libre de pecado...

¿Yo estoy muy irritable, o que alguien ponga en la descripción de su blog "Tengo una vision de la vida y la sociedad un tanto especial" es un poco ególatra y petulante?



(Take it easy, alguien que me consiga pastillas calmantes antes de que intente destripar a alguien con los dientes en medio de un ataque de neurosis.)

miércoles, 11 de febrero de 2009

Dime qué escuchas y te diré quién eres

Entre todas las preguntas inquisidoras como “¿De dónde sos? ¿Cuántos años tenés? ¿Estudiás algo? ¿Te gustan los hamsters?”, creo que la única que no puedo soportar es “¿Qué música te gusta?”.

Se me hace imposible responder eso. Me gusta la música. Escucho, como quien dice “un poco de todo”. Puedo escuchar desde un rock de Elvis, hasta música árabe, jazz, metal, algo de grunge o música clásica. Intentar resumir toda la música que me gusta sería tan inútil como pretender escribir una autobiografía desde el momento en que nací, incluyendo pensamientos, reflexiones y teorías freudianas en tres líneas, o filmar una película de una hora y media con toda la historia de la Humanidad. Imposible.

Y ni siquiera responder “un poco de todo” resuelve la pregunta. Porque entre los que responden “un poco de todo”, están los que se refieren a la cumbia y el reggaeton, los que escuchan música de fiestadequince, los que escuchan la radio sin prestar mucha atención a nada en particular. Además que sería hipócrita afirmar “un poco de todo”, cuando debe haber un millón de géneros de música que no conozco, que no escucho.

¿Cómo responder en pocas palabras que me gustan algunas canciones de Calamaro, y muchas otras de Billie Holiday o Regina Spektor, que grabo un CD con canciones de Disney o de los Sex Pistols o Frank Sinatra, de música country y de canciones de los ochenta, Yann Tiersen y Courtney Love, que cuando estoy en casa tarareo Sehnsucht Nach Dem Frühling de Mozart o una melodía de los Beatles o de El Otro Yo?

Las personas somos complejas, las opciones son infinitas, y variamos, podemos ir de un extremo al otro. No es necesario elegir entre blanco o negro, entre dulce, salado o agrio. Y es imposible conocer a otra persona, a sus gustos, sus aspiraciones por medio de una pregunta. Para saber esas cosas, se necesitan horas, días, meses de charla. Hasta años, y a veces ni siquiera eso es suficiente para conocer a alguien del todo, siempre nos puede sorprender con un poquito más.

Yo elijo no elegir una sola cosa. Yo elijo deleitarme con un Waffle con dulce de leche o una ensalada de frutas, un pollo al champignon con papas noisette o una ensalada, un vestido a lunares de los años 50 o un jean roto y una remera pintada por mí misma, estar perdidamente enamorada de Julio Cortázar y leer a Caroline Brönte, que me gusten la ternura y la pasión, lo claro y lo oscuro, que me guste lo empalagoso pero pedir siempre helado de limón, y odiar las aceitunas y la polenta. Y que me guste toda la música del mundo, hasta los géneros más opuestos. Face it, preguntar esas cosas es inútil.


miércoles, 28 de enero de 2009

La Guerra de los Cien Años


Parece que sufriera de bipolaridad grave. No puedo evitarlo, no puedo encontrar el punto medio. Es como si tuviera dos personalidades totalmente opuestas, una suerte de Jim Carrey en Irene, Yo, y mi otro Yo, de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que se disputan el dominio dentro mío, plenamente conscientes de la existencia del otro. Es así como paso de ser una Madre Teresa de Calcuta, una hippie budista vegetariana, a transformarme en una bestia feroz, sedienta de sangre, con un incontrolable impulso por desgarrar trozos de carne humana. Figurativamente hablando, claro, pero más o menos.
El problema no es que tengo períodos de uno, y períodos de otro, sino que ambos se dejan entrever al mismo tiempo. Entonces mientras soporto en silencio las molestias que me provoca la compañía de ciertos engendros por el temor de herir, dentro mío se desata una batalla épica entre mis dos antitéticas personalidades: la compasiva, que encuentra excusas para soportar esa tortura de palabras que me apabulla, y la sanguinaria, que me incita a atacar, quemar, destruir, devastar. Cuando una de ellas toma el poder, la otra lucha por derrocar a la nueva Gobernante; intento sujetarlas bajo mi control, pero es inútil. Allá van, una y otra vez, empeñadas en discutir.
Es así como, en lugar de sugerir sutilmente que los temas de conversación de cierta persona me resultan aburridos, lo guardo dentro mío y voy inflándome hasta que estallo como una piñata, y la acuso de babosa gris sin vida social, o le propongo fríamente que se cuelgue de una soga. O en lugar de pedir por favor que cierre la boca para masticar el chicle, de pronto sin previo aviso vocifero: “¡Volvés a hacer ese ruido una vez más y te cierro la boca con una engrapadora!”. Digo cosas que quizá no quiero decir, y luego, ineludiblemente, después de la tormenta viene la calma; y nuevamente mi Personalidad Compasiva me regaña por el mal trato y la crueldad.
No lo puedo controlar, es el karma que me tocó padecer. Lo intenté una y mil veces, procuré hallar ese equilibrio en el que puedo manifestar mi disgusto sin resultar desfachatada o desdeñosa. Pero me resulta imposible. En cuanto algo me molesta, allá va otra vez, un bandolero alcohólico del Lejano Oeste que me incita a pelear, y el monje budista que impone paz y compasión, Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Charlie Baileygates y Hank Evans, saliendo a la luz uno y otro, intermitentemente. Aguantar, explotar, y desinflarme con pena, ése es el patrón interminable de mi vida.

sábado, 17 de enero de 2009

¡Basta!

Voy a morir de una embolia cerebral de tantos mensajes de Movistar a las cuatro de la madrugada, saturándome el celular con promociones inútiles que no me interesan como "Si hoy recargás una tarjeta de $250 pesos te regalamos dos mensajes gratis" o "Participá del concurso Ipod-star, mandá la mayor cantidad de SMS posibles y podés ganar un mp4!".
Incluso peor que el hecho de que los envíen a la madrugada cuando uno trata de dormir, es que si lo siguen haciendo es, probablemente, porque debe haber unos cuantos tarados a pilas con tiempo y crédito de sobra para derrochar que le prestan atención a semejante disparate, ilusionados con que de verdad van a ganar un mp4, o que creen que los dos mensajes 'gratis' son una oportunidad única en la vida que no pueden dejar de aprovechar.
Es inconcebible que con tantos chicos muriéndose de hambre en el África, o familias que subsisten a base de juntar cartones mojados bajo la lluvia, haya un manojo de lagartos sin vida social que malgastan su dinero en promociones estúpidas.

lunes, 12 de enero de 2009

Fauna y Flora de los Cines


Llega un momento en el mes de casi toda mujer común y corriente en el que nos volvemos unas quince veces más insoportables. Además de que nos sentimos hinchadas, feas, incómodas, y con dolores molestos en varias zonas del cuerpo, estamos irritables. Todo nos molesta: y cuando digo todo, quiero decir todo. Y siempre tenemos a quién echarle la culpa (y si no es así, inventamos a alguien). Si llegamos tarde, es culpa del retrasado mental del colectivero que iba a dos por hora, si una amiga nos dice que no le gusta el color verde cuando llevamos una remera del mismo color, la acusamos de ser una envidiosa que siempre nos tuvo celos, si perseguimos a algún miembro de la familia con un cuchillo por toda la casa, es porque ellos tuvieron la mala idea de dejarlo a mano, y si nos discuten algo que decimos, en realidad es porque nos odian y buscan cualquier manera para demostrarlo.
Todo esto en una mujer normal. Ahora, imagínenlo en una neurótica como yo que vive quejándose del mundo día a día. Sí, estar indispuesta es indicio del Apocalipsis.
Es así como el otro día me disponía a ir al cine con mi novio, como es la costumbre, a mirar Australia, una película con Nicole Kidman y Hugh Jackman. Salí de casa sintiéndome cuatro veces más grande de lo que soy, como si me estuviera viendo tras un lente convexo, bastante despeinada, quemada por el sol, y el pelo que, entre la luz del verano y el cloro de la pileta, pasaba de ser un brillante pelirrojo a un tono de amarillo-mayonesa-decolorado como una cumbiera resentida que pretende ser rubia (y fracasa soberanamente). Esto para empezar.
Después se sumó el viaje en colectivo, que para colmo tardó mil horas en llegar, parada, con las ventanas cerradas y tapadas con cortinas oscuras que apenas si dejaban espacio para respirar bocanadas de aire caliente. Además, llegamos minutos más tarde de que empezara la película, y los que organizan los horarios son tan inteligentes que no tienen mejor idea que poner una función a (mínimo) tres horas de distancia de la otra, cosa que si alguien más quiere verla debe ajustar sus horarios a los de la película; así que estaba ahí, hinchada, de mal humor, despeinada, con el pelo amarillo-anaranjado, había desperdiciado monedas en colectivo, y las únicas opciones que me quedaban eran quedarnos ahí a hacer absolutamente nada o comer algo, por lo que eran tiempo y plata perdidos, o mirar alguna otra película muy mala que ni siquiera tenía ganas de ver, por lo tanto, tiempo y plata perdidos. Entre desperdiciar mi tiempo y mi dinero y no hacer nada, o al menos entretenerme con alguna película con actores lindos, preferí la segunda.
Entonces, mientras esperábamos que empezara para ver a Reese Witherspoon con sus ojos grandes y hermosos, empecé a apreciar a unos cuántos personajes que son comúnmente vistos en estas salas.



La parejita caliente: En todos los cines hay una de éstas. Al principio parecen una pareja normal, vestidos de manera no demasiado llamativa, a veces con un paquete de pochoclos o una gaseosa grande que comparten, y él pasa su brazo alrededor de sus hombros. Pero en cuanto la sala oscurece, su verdadera personalidad aparece: no tienen plata para el telo, entonces pagan un par de pesos para ver a medias una película, mientras se esconden en el fondo a besarse y aprovechar la oscuridad para meter la mano hasta en zonas del cuerpo que no fueron inventadas.



Los enanos insufribles: Maldigo a las madres que llevan a sus hijos de tres o cuatro años al cine, con la vana ilusión de que van a quedarse callados y mirar la película. Y maldigo mil veces más a las madres que llevan a sus hijos chicos a ver películas subtituladas que muy previsiblemente los van a aburrir a muerte, y van a entretenerse corriendo de un lado al otro, gritando, jugando, o preguntando a los gritos “Mami, ¿y ése quién es?”, o “¡Me hago pis! ¿Cuándo termina?”



Los imberbes prematuros: Generalmente entre doce y dieciséis años, estos púberes que recién experimentan los primeros pelos en el pecho y apenas una sombra que da indicios de parecerse al principio de una barba creen que ya son hombres independientes y van en grupos al cine para ocupar toda una fila de asientos, apoyar los pies con sus zapatillas enormes sobre el respaldo de adelante, mascar todo tipo de cochinadas con la boca abierta como si fueran cerdos en su chiquero, hacer comentarios estúpidos a viva voz como “Nooo, boludo, se parece a Karina”, “Uuuuh se la re comió”, seguido de una carcajada colectiva. También se divierten tirando pochoclos a los demás espectadores que sólo quieren mirar la película sin que estos mocosos con piel de choclo y presuntuoso reconocimiento de su adultez los molesten con sus idioteces de mandril de zoológico.
Dentro de este grupo, también están las chicas que a veces los acompañan, y responden a sus comentarios estúpidos con risitas histéricas o cacareando enojos fingidos.


El pelotudo que no apaga el celular: A pesar de que lo repiten mil veces en las propagandas, siempre hay un deficiente que deja el celular encendido. A ver, pedazo de enfermo, una cosa es que te hayas olvidado; si es así, y ni lo mencionan, vaya y pase, pero si tenés a un bicho gigante en medio de la pantalla diciendo a los gritos que "Por favor apaguen sus celulares", agarrás tu bolso, cartera, bolsillo del pantalón o lo que sea, y lo apagás, o por lo menos lo ponés en silencio.


Los que aplauden cuando termina la función: A estos de verdad que no los entiendo. Están tan cerca de mi capacidad de comprensión como Plutón del Sol. Alguien que me explique, ¿a quién demonios le aplauden? Si los actores no están, el director tampoco, ni siquiera el que proyecta la película. Pero no importa, ahí van, como una manga de mogólicos festejándole patéticamente a una pantalla con nombres que ni siquiera saben leer.





Hay que sumarle que el cine, para las escasas comodidades que tiene, sale caro, y que todos deben ‘destangarse’ al salir porque les quedó el pantalón y la ropa interior atrapados entre las nalgas. Fuera de todo esto, creo que sigue teniendo su magia, aunque también es bueno disfrutar la película en silencio, mirando un DVD en casa tirada en el sillón y tomando un té o una chocolatada caliente.